lunes, 20 de mayo de 2013


Corren los años 60.
 Fuertes músicos de jazz como el trompetista Miles Davis y el saxofonista John Coltrane invaden con sentimiento los escenarios experimentando  las más variadas influencias musicales.
Y a mediados de esta década, cuando un grupo de músicos se reúnen para actuar en los festivales de Jazz de Buenos Aires al mejor estilo de “New Orleans”, surge la legendaria, carismática y ya mítica orquesta, “La Porteña Jazz Band”.
En un escenario ubicado en el microcentro de la ciudad, bajo los sofocantes y potentes reflectores suena en la atmósfera, “Feeling”, interpretado por la orquesta.
El humo como niebla abusadora se entremezclaba entre la muchedumbre.
 La mujeres  con vestidos de talle alto que destacaban las piernas  cubiertas por medias de colores y otras laminadas de encaje o caladas. Distintos atuendos con importantes recortes, algunas sobresalían por los brillos.
Sus ojos delineados bien resaltados, invitaban al deseo; sus extremidades cubiertas  con alhajas de estilo renacentista y peinados batidos eran parte del cuadro.
Los hombres algunos con trajes de prototipo italiano, otros con pantalones más estrechos, solapas empequeñecidas y cobartas.
Todo el gentío no pudo dejar pasar desapercibido aquella distinguida presencia, primordialmente las mujeres, cuyas miradas seductoras lo acompañaban al pasar.
Encendió un cigarrillo y la colilla pareció unirse a su labios. Su mirada cautivadora las enceguecía, su postura noble, su caballerosidad.
Siguió avanzando hasta conseguir un trago, la música seguía resonando, se apoyó sobre la barra, todas las miradas lo perseguían y él lo sabía, esto lo enaltecía aún más.
Meditativo y un poco exhausto dejó escapar un suspiro, anhelando poder encontrarla, ella ya había nacido, pero era demasiado pequeña, el destino aún se tomaría dieciséis años  para fusionar aquellas almas en un enlace perpetuo.  

Macarena Traversa

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